miércoles, 31 de diciembre de 2014

UNA MEJOR VERSIÓN DE MI YO

En realidad, qué somos: una piel deshabitada, unos huesos tránsfugas, un amasijo de neurotransmisores y al final, lo único que nos define es qué o a quién amamos y cómo amamos, soliviantando el dolor, a veces, reconciliándonos con el mundo, volteando la raza humana, transfigurando mundos, mutando especies...

Y el silencio, el silencio de lo concreto, el vacío de la incerteza, el vértigo de la nada inquebrantable o la vulnerabilidad de un todo...eso somos: la contradicción, el asombro, lo opuesto, lo abyecto, el orden dentro del caos.

Aquí, de cuclillas se resume el más puro ser Yo. Y ante esa evidencia que no admite reparos, una fuerza vibrante nos recupera del abismo y nos lanza de nuevo extramuros, la misma que nos hace aceptar que la nada es ahora...que pasó la hora del reproche, la empatía del perdón, la búsqueda de lo que creímos perder, la sorpresa del alma dormida.

Y aún así, cualquier realidad nos parece lejana...

En los corredores de las urgencias se ha detenido el Tiempo, lo que podría confundirnos con la esperanza de aceptar con resignación cualquier designio o con la dignidad de revelarnos como profanos ante lo inevitable pero aún así, No.

Con todo, lo circunspecto del acto en sí, de la negación del ser que nos lleva a la infiníta belleza de una metamorfosis kafkiana, la irrefutable evidencia de la Nada es lo único que aparece ante nuestros ojos, puesto que nada poseemos y seguimos con el legado de lo que tenemos.

Y así, hoy me encuentro sentada en el suelo frío de un hospital, esperando, recargando mi móvil en un furtivo enchufe colocado junto a un ascensor de uso exclusivo para personal sanitario, tras una puerta donde pone: "Área quirúrgica. No passeu.Toquin el timbre.Gràcies".

Oigo voces tras la puerta pero no reconozco a nadie ni tampoco identifico el tono y aún menos, el timbre. 

La cosa es así!!! No hay nada más.